Ariana Guerra interpreta a Diana, una futura madre que acaba de mudarse de Los Ángeles con su esposo Beto (Tenoch Huerta) a la California de los años 70. Consiguió un trabajo en una granja que usa un nuevo pesticida que ha ayudado a los cultivos, un detalle que su jefe menciona y que inmediatamente te llama la atención. Mientras está en casa y luego de hurgar en las pertenencias de la familia que anteriormente vivía allí, Diana comienza a tener visiones aterradoras relacionadas con la fertilidad; Además, hay extraños murmullos de algún tipo de maldición con la población de otros niños y padres jóvenes de la zona.
Los personajes de este guión de Mario Miscione y Marcella Ochoa están construidos con cierto cuidado, pero más que eso, el guión es genial para levantar algo y luego seguir adelante. La sensación de Diana de ser una extranjera para quien sus padres hispanos no aprendieron español (porque se avergonzaban de ello) es matizada e interesante, pero la narración no tiene suficiente espacio para nutrir esta representación matizada. El trabajo emocional de Guerra sufre como resultado.
Un enfoque hueco similar afecta la paranoia de la película sobre la maternidad: «Madres» logra aplanar su efecto psicológico con miedos de memoria e imágenes obvias, permitiendo que ciertos detalles permanezcan allí. Un susto se basa en una yema de huevo ensangrentada, acompañada de Diana agarrándose la barriga, como si no hubiéramos entendido el paralelo. No da miedo, ni es inquietante ni interesante. Es una yema de huevo, aunque no comestible. En momentos como éste, «Madres» demuestra cuánto puede inflar las viscerales ideas en juego.
El dolor detrás de esta historia es mucho más efectivo que el horror que usa y, sin embargo, entrar en detalles también sería un gran spoiler para su tercer acto. Esto hace que la película sea aún más tediosa, porque en lugar de contar una historia que golpea de frente su idea inspiradora, simplemente pretende ser una película compuesta de madres en duelo y misterios sobre la gente. Los últimos dos minutos de «Madres» son más atractivos que cualquier otra cosa, y esa es la abrumadora sensación de indignación detrás de la verdadera historia en la mezcla. Aquí es donde realmente se puede encontrar el único sentido de inspiración en esta película.