Después de esta escena fundamental, la película avanza 18 años después, y el padre Peter Williams aún vive en México, donde continúa con su labor humanitaria. Su rebaño lo considera santo, quizás incluso mágico. El Vaticano lo trata como una estrella brillante, el futuro de la Iglesia. Abriga una sombra oscura, y el exorcismo que construyó su reputación lo persigue. A medida que una enfermedad demoníaca se propaga por la aldea y se cobra la vida de niños pequeños, se ve arrastrado de regreso al reino de los diablos y los demonios.
No hay duda desde el comienzo de esta película seria del director y coguionista Alejandro Hidalgo de que estamos operando dentro del ámbito del melodrama de alto riesgo. La cinematografía gótica y en blanco y negro de la película nos aleja del encuadre naturalista a medida que los verdaderos y terribles eventos de esa primera noche se retiran lentamente, revelando un crimen imperdonable. Más bien solemne y sin sentido del humor, el padre Peter Williams va más allá para deshacer su pecado. Teme que el diablo que lo poseyó esa noche todavía se esté filtrando en su mente subconsciente. Por la noche, lo persiguen terribles visiones, incluido un Jesús hundido y magullado, que aterroriza sus pesadillas.
Las pesadillas se vuelven más intensas a medida que el padre Peter se ve asaltado por más y más dudas. Una misteriosa mujer poseída, Silvia (Raquel Rojas) parece ser la fuente de la enfermedad desconocida que azota al pueblo. El padre Peter, a regañadientes, cree que necesita un exorcismo. Aquí, recluta a un viejo amigo, el padre Michael Lewis (un encantador Joseph Marcell), ya que no confía en sí mismo para realizar el acto por su cuenta.
La película continúa una vez que llega el padre Michael cuando el tono sombrío se inyecta con más comedia. Si bien muchos (si no la mayoría) de los actores son bastante rígidos, Joseph Marcell abraza el espíritu de la película con agallas. Cada línea que lee es una delicia, y logra el campamento alto de frases ingeniosas como «Mescal, la mejor agua bendita que he probado en mucho tiempo», y escenas más serias con el mismo compromiso. Más que nadie, parece captar el carácter distintivo de la película: en parte una inquisición sobre la naturaleza de la tentación, en parte una teatralidad empalagosa.