En los 30 años transcurridos desde la muerte de Blakely y Ellis, el caso ha fascinado a los británicos, quizás porque combina la sexualidad y el sistema de clases, dos de sus mayores intereses. Blakely era de clase alta, educado, afectado, superior. Ellis era una mujer de clase trabajadora que usaba maquillaje para parecerse a Marilyn Monroe y usaba el oficio de anfitriona de un bar para apoyar a su hijo pequeño y mantener su independencia de los hombres. Irónicamente, finalmente fue derrotada por su dependencia emocional de Blakely, quien dio y luego retiró su afecto de una manera que la llevó al límite.
Su historia es contada por el director Mike Newell en una película de impresionante actuación y efectos visuales atmosféricos de mal humor. Ruth Ellis es el centro emocional de la película, y la recién llegada Miranda Richardson la interpreta como una mujer que se enorgullece de no permitir que los hombres la lastimen, y que casi hasta el final no puede creer que el hombre que ama lo haría. la lastimó más. La vemos por primera vez en la discoteca, donde su look rubio de Monroe proporciona el único estilo en toda la sórdida habitación. Conocemos a sus «amigos» habituales, incluido Desmond Cussen (Ian Holm), un soltero tranquilo y leal que lo adora sin posesiones. Entonces Blakely (interpretado por Rupert Everett) entra en su vida, y en un instante, hay una tensión eróticamente cargada entre ellos; la forma en que ambos muestran su indiferencia es una pista.
Su relación encaja en un patrón: lujuria, sexo, lágrimas, peleas, ausencias, luego nuevamente lujuria y sexo. Newell cuenta su historia solo en términos de los eventos y los personajes mismos. No hay desvíos en la psicología superficial; solo los modelos de atracción y repulsión. Para Ruth Ellis, una mujer que vive en una época en la que las opciones de las mujeres eran cruelmente limitadas, la obsesión de Blakely se vuelve completamente destructiva. Ella pierde su trabajo. Ella se vuelve cada vez más dependiente a medida que él se vuelve más frío e impredecible, y todo se complica por su mutuo alcoholismo. Cussen, el inofensivo y sufrido admirador, la toma y ella hace un verdadero esfuerzo por moldearse, pero Blakely hace sonar acordes en ella que no puede ignorar.