Que de Series Peliculas High Road to China (1983) reseña de la película

High Road to China (1983) reseña de la película

Armstrong contrata a Selleck y a su compañero, Jack Weston, para volar al Tíbet, donde cree que su padre podría librar una guerra fronteriza. Bueno, esa es la premisa. Lo que obtenemos entonces es una serie de escenas más o menos predecibles en las que nuestros héroes sobrevuelan montañas y desiertos, se sientan junto a fogatas, escapan apenas de las garras de árabes, turcos, tártaros y más, mongoles hostiles, y finalmente encuentran a su padre. Lo interpreta un actor maravilloso llamado Wilford Brimley. (Interpretó al fiscal federal que entró y resolvió el hachís de todos en las escenas culminantes de «No Malice»). Y orquestó la defensa de un pueblo tibetano de los asaltos bárbaros de abajo.

Tiene que haber un conflicto en una película como esta y, por supuesto, lo hay. Selleck y Armstrong comienzan a odiarse. Ella está destruyendo uno de sus aviones. Jack Weston debe quedarse atrás. Selleck y Armstrong vuelan juntos, hacen llamadas cercanas y terminan enamorándose. La película les da mucho tiempo para intercambiar sagacidad, ternura y cosas por el estilo, y luego pueden representar una de mis escenas obligatorias favoritas de todos los tiempos.

Yo lo llamo la escena «¡Estamos vivos! ¡Besémonos!». Lo has visto en cien películas. Siempre comienza con el héroe y la heroína apoyados en los codos en una zanja poco profunda. La gente les dispara. Una bala arroja una nube de tierra a unos centímetros de su cara. ¡Se ponen a cubierto, se encuentran abrazados y zowie! Todas estas pasiones reprimidas explotan y nos damos cuenta (con sorpresa bien disimulada) de que sus artimañas ocultan un amor creciente. Cada estrella de cine debería realizar esta escena como máximo una vez.

«High Road to China» no es una película terrible, pero sin vida. Sigue algunas de las formas de «En busca del arca perdida» sin encontrar los ritmos cómicos. Se lleva a cabo a un ritmo agradable y constante, pero sin estilo y sin la sensación de que nada es arriesgado. Y cuenta una historia tan estándar que nunca tememos y casi nunca creemos a los personajes.
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