La trama, tal como está, implica que el tío Sam envía a Redmond a dejar cocaína en una estación de metro. La cocaína es, por supuesto, el McGuffin más práctico de nuestro tiempo; introdúzcalo en una trama y no tiene que explicar los motivos. La caída de la droga se convierte en un tiroteo en el que se disparan innumerables tiros, pero nadie es alcanzado, y luego Redmond se embarca en una odisea que lo lleva a los enchufes de Stretch (que dirige «Stretch’s Beer-o-Rama») y Jack ( Burt Young), el tipo que le dio al tío Sam la cocaína (el personaje de Young tiene una gran frase, aunque no es plausible desde la distancia: «Me gusta organizado, con un`g, como en ‘flema’ »). Lo más parecido a una relación sostenida tiene lugar entre Redmond y Megan, una mujer a la que ve llorando en un tren y que espera consolar. Fiorentino interpreta al personaje como una versión más suave de su devorador de hombres en «La última seducción». Sospechoso, herido y Cínica, se acuesta con Redmond por motivos que poco tienen que ver con la trama y mucho que ver, quizás, siendo, con Kevin Corrigan, quien coescribió el guión, con ganas de hacerse una buena escena.
Bueno, hay una buena escena (en el bar de una aerolínea), pero cuando sale Fiorentino, nuestro interés también se va, porque nos preocupamos por ella, no por él. Esto es cierto a lo largo de la película, ya que el incoloro Redmond interpreta al hombre heterosexual de Stretch (Rapaport hace riffs hilarantes sobre las glorias de la distribución de cerveza), Woods («Es el auto de mi dentista. Me pidió que la cuidara por él») y Burt. El sicario ruso de Young (que busca atentamente amenazas amenazantes en su libro de frases).
He visto la película dos veces y hay una escena que se desarrolló de manera diferente en ambas ocasiones. Es un largo intercambio de diálogo entre Redmond y Stretch, en el depósito de cerveza. Está claro que la escena es semi-improvisada, y hubo momentos en que Rapaport parecía sonreír de manera inapropiada, saliendo de su personaje para dejarnos ver al actor jugando con el proceso. Me molestó la primera vez, pero no la segunda, porque en ese momento sabía que los personajes no eran tan interesantes como los actores que luchaban con el material.
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