Braga ha creado una fuerza formidable de la naturaleza en Clara: una mujer que ha vivido una vida, amada y perdida, pero que aún aprovecha la oportunidad de descubrir el mundo con verdadero entusiasmo y curiosidad. Muchas películas reducen a los personajes mayores a una serie de momentos extravagantes o incómodos: bromas sobre Viagra, cenas de madrugada, desconcierto en las redes sociales, ese tipo de cosas. Clara, una crítica musical jubilada y madre viuda de tres hijos adultos, equilibra la sabiduría de la edad con el fervor por mantenerse al día, y es un cambio tan genial y refrescante.
Es elegante sin esfuerzo, radiantemente hermosa y, como señala su pragmática hija (Maeve Jinkings), obstinada. Con estilo, brillantemente, pero aún así. Clara puede ser rebelde. Puede ser difícil. Puede ser más que un poco pasivo-agresiva frente al conflicto. Pero «Acuario» nunca la juzga por esta secuencia voluntaria; más bien, le permite a Braga revelar mucho con solo una mirada marchita o una risa gutural.
Todos estos rasgos se exhiben claramente en el segundo largometraje de Mendonca Filho, que -como su aclamado ópera prima de 2012, “Sonidos vecinos” – está ambientado en su ciudad natal, la ciudad costera brasileña de Recife. Pero si bien esta primera película ha analizado ampliamente las vidas de varios personajes, la última se centra principalmente en uno: Clara, la última residente de un pequeño edificio de apartamentos frente a la playa llamado The Aquarius. El lugar ha visto días mejores, pero también es el escenario de algunos momentos decisivos en su vida durante las últimas décadas. Allí construyó una familia y una carrera. Allí quedó viuda y abuela. Luchó contra el cáncer de mama y ganó allí. Es la casa.
Y así, cuando un joven desarrollador llamado Diego (Humberto Carrão) aparece armado con una sonrisa pícara y un título en negocios de los Estados Unidos, tratando de persuadirla para que venda su condominio para que su negocio pueda construir algo brillante y desalmado en su lugar, ella cortésmente se resiste. Primero. Pero a medida que los desarrolladores aumentan la presión sobre ella, ella se mantiene firme y responde de la misma manera.
Mendonca Filho hace un uso experto del flashback, a veces en un abrir y cerrar de ojos o en una memoria sensorial, para mostrarnos de dónde proviene la acidez de Clara. Y como preludio de su historia actual, que transcurre en 1980, vemos a la mujer cuyo espíritu feroz claramente la recorre: Tía Lucía (Thaia Pérez), una belleza independiente rodeada de familiares y amigos mientras celebra sus 70 años.