El prejuicio público contra los vampiros siempre está en un nivel bastante alto, desafortunadamente, y es por eso que nunca se oye hablar de un vampiro que dona sus servicios cuando se hace una llamada de emergencia por un tipo de sangre. Con un poco de organización y una lista de donantes de sangre poco comunes, un equipo competente de vampiros debería poder regresar con el plasma necesario en poco tiempo. Esta no es la desagradable perspectiva que habría sido en los siglos XVIII o XIX; el uso generalizado de la pasta de dientes entre los vampiros ha eliminado uno de los obstáculos centenarios para su aceptación.
De cualquier manera, «Drácula AD 1972» comienza con un testimonio vívido de la resistencia de la sangre de Drácula. Recordamos de «Taste the Blood of Dracula», un intento anterior de Hammer, que cuando su sangre seca se mezcla con un poco de agua y se toma por vía oral en cantidades medicinales, el usuario se infecta con el espíritu maligno del condado. Esto es más o menos lo que está sucediendo esta vez.
Un joven que se parece extrañamente a Alex (el héroe de Stanley Kubrick en «La naranja mecánica») quiere ser un vampiro. Pasa todo el día en un extraño café que se parece extrañamente a la barra de leche de «La naranja mecánica», y mira desde abajo con la frente baja, como Alex en «La naranja mecánica» o Dan Walker en los carteles de su campaña. Parece ser un símbolo de la decadencia general de Hammer Films, quien, habiendo llevado la película de terror al pináculo de la perfección y creado la primera nueva superestrella del terror en años (Christopher Lee), ahora parece preparado para seguir las huellas artísticas de la violencia. . -Ven último como Kubrick. Pobre de mí.
De cualquier manera, el novato pone sus manos sobre la sangre deshidratada de Drácula, la licúa en un extraño ritual en una iglesia bombardeada y pone en marcha una intrincada cadena de rituales prohibidos diseñados para mostrar el escote de Stephanie. Beacham en el mejor de los casos.
Esa no es una gran justificación para otra película de terror pero, dada la capacidad de la señorita Beacham para levantarse y su pecho para levantarse, tendrá que funcionar. Al salir del teatro, me entregaron una tarjeta de miembro honorario de la sociedad del Conde Drácula y un alfiler que sin darme cuenta me pegué. Y ni un frasco a la vista.