La historia es sencilla. Conocemos a la familia Maheu, que vive apiñada en una cabaña fría y llena de humo, no lejos de las minas.
Ellos hacen un trabajo agotador para ganarse la vida y esperan que sus hijos hagan lo mismo; de hecho, la madre afirma con franqueza que una de las razones por las que hay hijos es que pueden trabajar y aportar más dinero para la familia.
Los salarios en los pozos locales parecen calculados cuidadosamente hasta el último franco, para mantener la vida y la capacidad de trabajar sin proporcionar un franco adicional. Los menores nunca pueden reunir suficiente capital para abandonar el vecindario o hacer una elección diferente de trabajo.
Están atrapados entre la servidumbre y el hambre.
La película observa la vida cotidiana de la familia, liderada por el corpulento Maheu (Gérard Depardieu) y su fiera y decidida esposa (Miou-Miou, en una poderosa actuación). Su hija, Catherine (Judith Henry), también trabaja en las minas. Etienne (Lantier Renaud), un hombre de fuera del barrio, viene a buscar trabajo. Tiene algo de formación y es el organizador de un nuevo sindicato de mineros. Rápidamente se siente atraído por Catherine y ella por él, pero él no actúa según sus sentimientos, y ella inesperadamente se va a vivir con un hombre local sin valor llamado Chaval (Jean-Roger Milo). Tal vez quiera molestar a su familia, tal vez quiera huir de su abarrotada casa, tal vez su vida la ha hecho sentir tan inútil que cree que no es digna de casarse más que un matón.
En las minas, las condiciones laborales son peligrosas. Los mineros son responsables de apuntalar los pozos con madera, pero no se les paga extra por este trabajo, por lo que cada momento que pasan trabajando con madera sale de sus propios bolsillos. Naturalmente, prefieren cavar en busca de carbón. También es comprensible que haya muchos accidentes mineros, cada uno costoso para los terratenientes ricos, que idean un sistema en el que se pagará la tala, pero se reducirá el precio que se paga por el carbón vegetal. El resultado será salarios aún más bajos.
Berri sienta estas bases en el contexto de la vida cotidiana en el vecindario, ya que la temporada sigue a la temporada y los trabajadores luchan por mantener incluso una simple humanidad frente a sus sombrías condiciones. Durante este tiempo, vemos la vida de los dueños y administradores de minas, con sus casonas, sus modas parisinas, sus autos, sus banquetes y sus fiestas. A Berri le gusta ir y venir entre la pobreza y la riqueza, como lo hacía Zola en su novela, y el mensaje es inequívoco: los dueños roban los frutos del trabajo de los trabajadores.