La primera mitad de la película es la mejor. Ahí es cuando conocemos a los pequeños gremlins, que son insoportablemente lindos y parecen un cruce entre un pequinés, Yoda de «The Empire Strikes Back», los Ewoks de «Return of the Jedi» y gatitos. Tienen ojos increíblemente grandes, son tiernos y amigables, y serían mascotas ideales, excepto por el hecho de que odian las luces brillantes, no deben mojarse y nunca deben ser alimentados después de la medianoche. Bueno, por supuesto que siempre es después de la medianoche; esto es una señal de que esto no es un recauchutado de «ET The Extra-Terrestrial» sino que proviene de una tradición más antigua, un cuento de hadas o una historia mágica. Y en la segunda mitad de la película, después de que los gremlins se mojan, se alimentan después de la medianoche, etc., se convierten en criaturas realmente desagradables que se parecen al monstruo de “Alien”.
La película explota todos los trucos del libro de películas de monstruos. Tenemos escenas donde aparecen monstruos en primer plano, y otras donde nos acechan en el fondo, y otras cuando caen en el encuadre y asustan a todos los Shinola. Y la película en sí se vuelve cruel, especialmente en una escena en la que un monstruo es golpeado en un microondas, y otra en la que una adolescente con los ojos muy abiertos (Phoebe Cates) explica por qué odia la Navidad. Su historia entra en la gran tradición de las bromas enfermizas de la década de 1950, y en lo que respecta a la escena del microondas, tuve la inquietante sensación de que pronto estaríamos leyendo artículos de periódicos sobre niños que volvían a casa y habían intentado lo mismo con la familia. gato.
«Gremlins» ha sido aclamado como otro «Y» no lo es. Está en otra tradición. A nivel de Crítica de Cine Serio, es una meditación sobre los mitos de nuestras películas: Navidad, familias, monstruos, tiendas minoristas, películas, hombres del saco. A nivel de película pop, es una película de serie B sofisticada e ingeniosa, en la que los monstruos devoran no solo la ciudad indefensa, sino décadas de clichés indefensos. Pero no vayas si todavía crees en Santa Claus.
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