«The Long Good Friday», que es una película magistral y muy difícil, finalmente responde a estas preguntas. Pero el propósito de la película no es analizar los problemas de Harold Shand. Es para presentar un retrato de este hombre. Y pocas veces he visto un personaje de cine tan completamente vivo. Shand es un hombre mezquino, cruel y sádico. Pero es un montón de contradicciones, y hay momentos en que lo entendemos tan completamente que casi nos sentimos cariñosos. Es un personaje así, un cockney tan sobrecompensador, sensible a la más mínima afrenta, capaz de sembrar miedo en el corazón de los asesinos, pero un juego de niños cuando su ama levanta la voz.
Shand es interpretado por un actor compacto y musculoso llamado Bob Hoskins, en la actuación cinematográfica más elogiada del año en Inglaterra. Hoskins tiene la energía y la frescura de un Michael Caine más joven, si no la belleza, por supuesto. Hay escenas en las que cuelga a sus enemigos boca abajo de ganchos de carne y les pregunta por los bombardeos, y otras escenas, momentos después, donde secuestra solemnemente a los jóvenes delincuentes del barrio y trata de difamar al estadounidense de sus millones.
Es un operador. Es un estafador que llegó a la cima sabiendo exactamente cómo funcionan las cosas y qué botones presionar, y ahora está aquí, indefenso frente a este enemigo sin rostro. «The Long Good Friday» cuenta su historia de una manera bastante indirecta, comenzando con un montaje de eventos aparentemente inconexos, unidos por un tema musical hipnótico. Todo está finalmente explicado. Todo esto es un gran malentendido, basado en decisiones tontas tomadas por los subordinados de Shand y mal interpretadas por la IRA. Pero aunque conocemos la historia real, y Harold Shand lo sabe, el IRA nunca la conoce, y las tomas finales de la película son, sencillamente, extraordinarios primeros planos de la cara de rata de Shand en primer plano, como su los ojos se mueven de un lado a otro, y su boca se convierte en una sonrisa aterrorizada, y se da cuenta de lo que se siente al recibir una dosis de su propia medicina. Esta película es una obra increíble, no solo por la interpretación de Hoskins, sino también por la energía del cine, el poder de la música y, curiosamente, por la calidad cautivadora de su sentido del humor a veces muy violento.
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