Pero la forma en que termina la cita puede ser un fracaso, especialmente cuando Sheila se vuelve cada vez más seria acerca de ser del futuro, lo que inicialmente toma como una broma coqueta. Sheila se arregla con esta conexión y, a veces, repasa las fechas como si quisiera extrañarlo desde el principio, diciéndole cuánto tiempo lo «conoce», a pesar de que es su primera reunión. Esta noche fatídica, repetida con distintas variantes por alguna desesperación que no llega a concretarse, es el espectáculo principal de la película.
El director Alex Lehmann tiene buen ojo para algunos lugares de citas opulentos de Nueva York: los dos están cubiertos por luces brillantes dentro del restaurante de Bangladesh en el que siempre terminan, pero sus momentos de dos manos caminando por la calle crean una intimidad suave. En una escala mayor, “Meet Cute” no transmite suficiente magia a la que su personaje más intenso se vuelve adicto y, a pesar de los cortes rápidos de Lehmann y algo de humor seco del guión original de Noga Pnueli, no hay mucho carisma total. Su cita, por improvisada que sea, simplemente no tiene ese cierto toque de romance para desear que estuviéramos en ella, o que la tuviéramos, o que pudiéramos tenerla.
La electricidad interior de Kaley Cuoco impulsa gran parte de toda esta producción, y está claro que las deficiencias de su personaje y la trama no provienen de la actuación, sino del guión que nos brinda un personaje desafiante pero lo trata de manera demasiado amplia. Tal como está escrita, se supone que Sheila es agresiva, eléctrica, desesperada, maníaca; se supone que es demasiado. También se supone que es muy peligrosa, dado que tiene que matar a su yo anterior cuando retrocede 24 horas para evitar una cosa de «Highlander». Cuoco entiende bien todo esto, y el rendimiento es bueno para lo que es. Junto a su trabajo en “The Flight Attendant”, uno puede apreciar cuánto se está aventurando a papeles más salvajes y libres.