Todo el mundo sabe que los cómics representan a las personas más miserables y jodidas del mundo del espectáculo, y no es casualidad que sus rutinas estén llenas de hostilidad hacia el público («Te matará») y lástima masoquista («Me estoy muriendo ¡aquí!»). A veces, un comediante puede hacerlo divertido, como lo hacen Rodney Dangerfield y Jay Leno y, sí, Shandling, de maneras contrastantes, pero en general es simplemente enfermizo, una demostración pública de ego y ambición, incomparable por el talento o la imaginación. Si estos muchachos quieren tocar tanto, ¿por qué no han tomado lecciones de acordeón? Esta explosión está provocada por «Punchline», una película patética en la que han desaparecido mucha energía y talento. La película está protagonizada por Sally Field como ama de casa y madre que sueña con convertirse en comediante y Tom Hanks como un estudiante de medicina fallido que también quiere ser comediante y tiene más experiencia que Field. Ils se rencontrent dans un club de comédie de niveau intermédiaire, où Field échoue, Hanks réussit, ils deviennent amis et il essaie de lui apprendre les ficelles du métier, tandis que son mariage s’effondre et que son mari menace de prendre les enfants et de partir.
Si esta situación hubiera sido tratada como una broma, tal vez hubiera funcionado. Si esto se hubiera tomado en serio, también podría haber funcionado.
Pero en lugar de tomarse en serio a los personajes, la película comete el error fatal de tomarse el stand-up en serio. Y si quieres hacer eso, es mejor que tengas algunas cosas buenas.
Es un hecho triste pero cierto que ninguna de las rutinas de stand-up de Field en esta película son buenas, ni las que están destinadas a ser malas ni las que están destinadas a ser buenas. Y Hanks lo hace poco mejor. La película no parece saber que se trata de dos futuros comediantes que carecen de talento.
La estructura de la película será familiar para los fanáticos de Field. La muestra con mucho corazón y coraje mientras hace lo que sabe que es correcto.
Al final, por supuesto, tiene ambas cosas: tiene éxito, mientras que su esposo e hijos la animan y aprenden a aceptar la nueva obsesión de mamá. Pero para entenderlo de principio a fin, se necesita un cambio de actitud incómodo, increíble e ingrato por parte de su esposo (John Goodman), quien aparece primero como un monstruo y luego como un buen chico. No se intenta explicar este cambio de personalidad; solo lo dicta la trama.