Antonia saluda a sus viejos amigos, entre ellos la rusa Olga (que dirige el café y es funeraria y comadrona), Crooked Finger (que vive en una habitación con sus libros e insiste amargamente en la futilidad de la vida) y Madonna, que profiere un salvaje palabras, la cabra llora a la luna porque, como católica, no puede casarse con su amante protestante.
También está Farmer Bas, quien un día llega a la corte con sus cinco hijos y hace una propuesta de matrimonio centrada principalmente en la necesidad de los niños de tener madres. Antonia encuentra esto decepcionante, pero lo invita a venir de vez en cuando para hacer las tareas del hogar, por lo que ella le pagará con desayunos calientes y tazas de té. «Puedo tenerlos en casa», observa, pero viene de todos modos, y finalmente Antonia dice: «No puedes tener mi mano, pero puedes quedarte con el resto». Están de acuerdo en que una vez a la semana es suficiente. Antonia no quiere «toda esta confusión» en casa, ni en la de ella, así que construyen una pequeña cabaña para sus reuniones.
Y así enseguida. De hecho, a la narradora de “Antonia’s Line”, bisnieta de Antonia, le gusta recordarnos mucho; la película está marcada por momentos en los que estamos seguros de que la temporada siguió a la temporada, y las cosechas se plantaron y cosecharon, y la vida continuó y nada cambió mucho. Me viene a la mente el poema de ee cummings «quien vivió en una ciudad bonita» y tiene el mismo tono pastoral, triste, romántico, elegíaco.
La generación sigue a la generación. La hija de Antonia, que quiere un hijo, pero no un marido, audita a los candidatos a la paternidad.
Se hacen parejas locales: Loony Lips y DeeDee, ambos retrasados, encuentran la felicidad juntos. El cura del pueblo, que un día lanza su sotana al aire, grita «¡Soy libre!» se establece y produce unos diez hijos. Hay días oscuros, dos de los cuales involucran violaciones, pero las mujeres toman acción directa: un incrédulo es atravesado por una horca y otro recibe la maldición de Antonia.
Lo que más recordamos es cómo creció la familia extendida de Antonia. Los hijos y nietos, los suegros y los forajidos, los vecinos, los amigos y los vagabundos vienen a sentarse a su larga, larga mesa para cenar, y todos aprenden la misma regla simple, que es buscar el bien en los demás, y no criticarlos. que encontró la manera de ser feliz sin molestar seriamente a nadie.