Para ustedes, jóvenes, esto fue una especie de meme en ese momento: algunos drogados habían descubierto que en formas que eran realmente cuantificables (especialmente si estaban, de hecho, drogados), las imágenes de «Oz» y los sonidos de Pink Floyd sincronizados de una manera asombrosa. Como, ya sabes, el tornado coincidió con algunos nudos de sintetizador VCS retorcidos y ondulados. La cosa fue, en su momento, y en todo momento ya que ni se me había ocurrido probar esto yo mismo. No me gustaba TANTO Floyd, y había estado lo suficiente como para saber que CUALQUIER COSA puede sincronizarse si tu voluntad individual lo exige. Aún así, como creo que puedes inferir, estaba ansioso por complacer, y asentí con la cabeza ávidamente, y tarde esa noche, cuando llegué a casa probé el ejercicio, solo para no ser un mentiroso, y fue, para ser honesto, ligeramente impresionado.
¿Por qué funcionó la sincronización? Varias razones, ninguna de ellas planeada por Pink Floyd.
“El Mago de Oz” es una obra a la vez arquetípica y única, y como señala la crítica Amy Nicholson en el primer capítulo de este documental de múltiples ensayos dirigido por Alexandre O. Philippe, su lugar en el firmamento de la cultura mundial es casi un accidente del destino. En su estreno en cines en 1939, la película fracasó y se consideró un despilfarro costoso. Al igual que con «It’s a Wonderful Life», la segunda vida de la película en televisión hizo que «Oz» fuera omnipresente y querido. En su capítulo, «Kindred», el cineasta y escritor John Waters recuerda haber visto «Oz» por primera vez en la televisión en su ciudad natal en Baltimore, Maryland, y reconoce que Lynch también debió haberlo visto de esa manera por primera vez, ya sea en Boise, Idaho, o Missoula, Montana, dos de los lugares ultraestadounidenses no muy diferentes de Kansas donde creció Lynch. (Y se convirtió, entre otras cosas, en un Eagle Scout).
Como artista visual de formación, Lynch nunca se ha identificado como un cinéfilo como lo han hecho gigantes como Scorsese y Spielberg. En las entrevistas, se sabe que hace caso omiso de grandes franjas de la historia del cine que los periodistas intentan inculcarle, buscando respuestas a la multitud de enigmas en sus propias películas. Pero «El mago de Oz» es una influencia que definitivamente aceptará. En uno de los mejores de los seis capítulos aquí, la cineasta Karyn Kusama recuerda haber asistido a una proyección de «Mulholland Drive» de Lynch de 2001 en el IFC Center de Nueva York, donde Lynch se sentó para una sesión de preguntas y respuestas después. Allí, dijo: «No pasa un día sin que piense en ‘El mago de Oz'». Y las referencias están esparcidas por todas las películas de Lynch como semillas sueltas, de lugares y nombres propios tanto el nombre de una calle como el nombre de un personaje en “Twin Peaks”) hasta mucho uso y taconeo de zapatos rojos.