Sin embargo, encuentra un espectáculo para sí mismo. Se hizo amigo de una stripper (y a veces de una prostituta) después de que ella trató de saltar de un tren subterráneo y él le salvó la vida. Resulta que ella también es de Alemania; se casó con un soldado estadounidense que la trajo de regreso y la abandonó, y ahora su vida se vuelve miserable por sus turnos de 12 horas en un sórdido teatro burlesco.
Se desarrolla una especie de amistad vacilante entre el bávaro y la stripper del corazón de oro, pero aquí, como en «Flaming Hearts», los elementos de la sátira están justo debajo de la superficie. Algunas escenas se reproducen más o menos directamente, luego hay desarrollos como el divertidísimo Blueberry Festival. Por una coincidencia demasiado grande para oponerse, Peter y su hija son elegidos rey y reina del festival y reciben el premio mayor, una vaca gorda llamada Bessie.
Bessie, lamentablemente, termina su relación temporal, cuando la joven se opuso, no sin razón, a caminar por la ciudad de Nueva York con una vaca a cuestas. Peter lleva a Bessie a una planta empacadora de carne, con la idea de venderla allí, pero los grandes ojos marrones de Bessie son tan entrañables que finalmente se pone del lado de la vaca en lugar de la niña.
Uno de los encantos de la película son las actuaciones de Peter Kern, de joven, y Barbara Valentin, como una stripper rubia neumática que luce vulnerable y gentil. Juegan todo de una manera totalmente seria, manteniendo la cara seria en las escenas en las que Rainer Werner Fassbinder se golpea la cabeza contra el paisaje.
El director de la película, Walter Bockmayer, parece haber elevado la ironía a una forma de arte. Su «Jane Is Jane Forever», que se proyectó en el Festival de Cine de Chicago hace unos años, trataba sobre una anciana en una casa de retiro que estaba convencida de que estaba casada con Tarzán. Y ahora aquí hay una segunda película en la que los personajes y situaciones más inverosímiles se desarrollan con tanta seriedad que sabemos que se supone que debemos reírnos, pero nunca sabemos realmente cuándo.
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