Una noche en sus monitores de video, Jara ve a Julia (Leonor Svarcas). Ella es parte del cuerpo de amas de llaves que limpian los pasillos. Él la ve robar algo. A él no le importa. Al hacer clic en sus cámaras, puede seguirla por la tienda. Casi de inmediato, comienza a seguirla a todas partes en su vida.
Dado que se oye que Julia no dice nada hasta el final de la película, todo depende de la actuación de Camandule. Como dice tan poco, depende a su vez de su presencia, de su aura. Es alto, ancho, gordo, taciturno. No es del tipo «gigante gentil». Sin embargo, dado que puede (como vemos) golpear efectivamente a cualquiera, no tiene que actuar intimidando. Se sienta o camina, absorto en sus pensamientos.
Por supuesto, quiere pedirle a Julia que salga. Por supuesto, no tiene el coraje. La sigue a todas partes: de compras, en casa, en el cine, en un cibercafé, incluso en una cita con un nerd gordito. Jara es innovadora. Más tarde, logra entablar una conversación con el nerd y descubre que el nerd no cree que le guste a Julia. Fue su primera cita. Sus gustos no coincidían. Por un lado, le encanta el heavy metal y el nerd no lo soporta.
Esta noticia es Tabasco para Jara. Tiene carteles de Metallica en la pared, escucha metal en su iPod, mantiene el ritmo con las manos. ¿Esto le da valor? No exactamente. ¿Da miedo que la siga? Técnicamente, sí, pero creemos que no es una amenaza; su presencia se lee más como protectora y triste. No sabemos si tendrán un futuro juntos, pero esperamos que encuentre el coraje para al menos hablar con ella.
Por las limitaciones que impone la naturaleza de «Gigante», y por la timidez simple, casi infantil de Jara, la película no trasciende a sus personajes. Como Jara, espera y observa. Seguí mirando. Estaba curioso. Ambos nos preguntamos si alguna vez la invitaría a salir. Creo que lo quería más a él que a él.
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