«Gregory’s Girl» de Bill Forsyth es una pequeña película encantadora, inocente y muy divertida sobre el niño raro. Tiene lugar en Escocia, donde los adolescentes son más tranquilos, más civilizados y más ingenuos que, digamos, los de la «Clase de 1984». Y este es Gregory (Gordon John Sinclair), un adolescente gangrenoso que ha comenzado a dispararse de repente y se encuentra desesperadamente mal coordinado en el campo de fútbol. Gregory parece una cigüeña inmensamente simpática. Pierde su lugar en el equipo de fútbol por otro estudiante que es mucho más rápido y coordinado. El otro estudiante resulta ser una niña. Su nombre es Dorothy (Dee Hepburn) y Gregory instantáneamente se enamora profundamente de ella. Nada como esto lo había golpeado antes, y el romance casi se convierte en una enfermedad física para él. Dorothy es amable con él, pero distante, ya que no solo sospecha de los sentimientos de Gregory, sino que está muy por delante de él en su análisis del panorama general.
La película se desarrolla principalmente en un agradable suburbio de Glasgow, donde los niños pasan el rato e intercambian interminables especulaciones sobre no poder tener dieciséis años y ser felices al mismo tiempo. Gregory le pide a su hermana pequeña, que está mucho más interesada en el helado, un consejo romántico. Su hermana, de hecho, ignora a los chicos, aunque recibe un elogio sincero: «Tiene sólo diez años, pero tiene el cuerpo de una mujer de trece». Mientras tanto, Gregory consuela a su mejor amigo, que tiene quince años y medio y nunca ha conocido el amor.
Esta película nos recuerda que tendemos a olvidarnos mucho de la adolescencia. Por ejemplo: que es inútil decirle a un adolescente cuáles son sus defectos, porque es dolorosamente consciente de cada posible defecto en el más mínimo detalle; que los chicos están absolutamente indefensos en medio del romance adolescente, mientras que las chicas tienden a al menos mantener cierta perspectiva; que es una ley no escrita del universo que ningún niño de dieciséis años se enamora instantáneamente de la persona adecuada en el momento adecuado.