La película tiene la misma familiaridad con los barrios bajos de Río que la reciente gran película «Ciudad de Dios», pero ofrece menos información sobre los personajes. Joao Francisco sigue siendo un rompecabezas hasta el final de la película, una persona que nos fascina pero que no comparte sus secretos. El guionista y director Karim Ainouz entiende el medio, y Ramos realiza una actuación electrizante, a veces aterradora, pero sigue siendo una actuación, al igual que Joao sigue, en cierto sentido, en el escenario. Todo lo que lo carcome se queda dentro.
La homosexualidad es una invitación a la violencia en medio de la película, pero Joao es más que capaz de defenderse, y de hecho quiere decirle a uno de sus atacantes que ser reina no hace menos a un hombre. Su vida doméstica es una parodia del núcleo familiar; vive con una prostituta llamada Laurita (Marcelia Cartaxo) y su hijo, no de él. Comparten un sirviente llamado Taboo (Flavio Bauraqui), más afeminado que sus dos patrones juntos. En casa, Joao gobierna con el mal genio y el puño de hierro del estereotipado masculino dominante, y es en muchos sentidos el personaje más masculino que he visto en cualquier película reciente, ciertamente más macho que, digamos, Ben Affleck en “Gigli. ”La historia ocupa los antros, cabarets, burdeles y celdas de la prisión del inframundo de Río, donde Joao comienza como asistente detrás de escena de un cantante europeo; en una primera escena efectiva, imita la actuación en el escenario desde su posición justo fuera del escenario, y cuando un camarero comprensivo le da un concierto, al principio simplemente imita el acto de la mujer europea, mientras aumenta el voltaje. Rápidamente se convierte en objeto de curiosidad y lujuria por la población gay medio escondida pero numerosa, y tiene un romance apasionado y violento con un amante llamado Renatinho (Felipe Marques), que es un ladrón y no ve motivos para serlo. El amante de Joao y robar. El dinero de Joao no debería ser compatible.
Si nunca entendemos realmente a Joao, hay otro problema con el personaje, y es que no es muy agradable. No me refiero a sus crímenes, sino a cómo trata a quienes lo cuidan. Golpea al fiel Tabú, insulta a sus admiradores, no es tan imperioso como simplemente hostil. No sería una objeción si la película se ocupara de ello, pero la película parece tan preocupada por Joao como nosotros. Nos sirve como guía a través del mundo del crimen y el sexo de la década de 1930 en Río, pero llega un momento en el que queremos dejar la gira y continuar por nuestra cuenta, ya que los demonios de este hombre no solo se lo comen, sino que devoran todo el mundo que lo rodea.