El rostro de Duras es el foco de la cámara en todo momento, y Thierry encaja perfectamente, capturando el intelecto inquieto de su personaje y el cansancio del mundo sin esforzarse por ser una pareja idéntica, ya que el autor admitió que su alter ego en el libro es en parte ficticio. Hay rastros de Sylvia Sidney en Thierry, especialmente sus ojos, que transmiten una fuerza feroz en medio de su tristeza. Al igual que Sidney blandió el cuchillo en «Sabotage» de Hitchcock, Duras sabe lo que debe hacer para salvar a su marido, y aunque no es indoloro ni libre de riesgos, nada la detendrá. Un giro maravilloso ocurre en la mitad de la imagen, mientras se sienta en un café lleno de gente con Rabier y se da cuenta en silencio de que ella tiene la ventaja. Con el lanzamiento a punto de estallar en el exterior, un grupo de violinistas dan una serenata a los clientes, como para entretener a los pasajeros del Titanic en ruta hacia una tumba de agua. La expresión de alivio de Duras en este momento es similar a la de una mujer en un barco condenado que acaba de encontrar acceso al único bote salvavidas.
Entre sus muchos logros notables, «Memoir of War» es una de las mejores películas que he visto sobre cómo el duelo puede llevar a una persona en ambas direcciones simultáneamente. Si bien la primera mitad de la película se siente más como un thriller, la segunda mitad resulta ser un interludio emocionalmente desgarrador posado sobre alfileres y agujas. Como en «Hiroshima Mon Amour», el pasado y el presente parecen desarrollarse al mismo tiempo, mientras que el tiempo parece haberse detenido por completo para Duras durante los interminables días que pasó en su casa con poca luz. No soporta ver a las parejas reunidas celebrando fuera de su ventana, ya que su esposo ha sido deportado a un campo de concentración y aún no ha regresado. Con solo unas pocas líneas de diálogo audible, Robert aparece como el MacGuffin de la película, y aunque Duras lo añora constantemente, también teme lo que sucederá si está realmente vivo.
En lugar de contestar un teléfono que suena que puede calmar sus preguntas, retrasa la llegada de noticias potencialmente indescriptibles al huir para ver a Dionys (Benjamin Biolay), su devoto amigo y miembro de la Resistencia que también se ha convertido en su amante. Finkiel es particularmente discreto en la forma en que retrata este lado de su relación. Lo vemos principalmente en miradas persistentes y abrazos prolongados, hasta que Dionys se despierta con una llamada telefónica urgente en medio de la noche, y Duras se perfila cerca. Dionys comprende la complejidad del dolor de su novia, sabiendo que la distancia física entre ella y Robert los ha acercado en su corazón, al mismo tiempo que aumenta su culpa por haberse alejado de todos modos. En un breve pero poderoso flashback, vemos que el hijo que Duras tuvo con Robert resultó nacer muerto, una tragedia que pudo haber frenado irrevocablemente el crecimiento de su matrimonio. Es mejor no decir algunas verdades, como lo demuestra un asombroso momento temprano cuando Duras saluda a su esposo en casa y se dirige a la cocina para traerle una bebida. La cámara continúa siguiéndola por un pasillo mientras su ritmo comienza a disminuir y el sueño se evapora ante nuestros ojos sin un solo corte o línea de narración.