Otras cosas de la película no son tan sutiles. A grandes rasgos, «Pale Rider» es un western tradicional, con una historia que se ha contado, de una forma u otra, mil veces antes. En un pequeño pueblo minero de California, algunos mineros independientes han apostado por una veta prometedora. La ciudad está gobernada por una camarilla de hombres malvados, que giran en torno al banquero local y al mariscal, que es su arma. Al banquero le gustaría redimir a los pequeños mineros, pero si no lo hace, usará la fuerza para expulsarlos de sus tierras y reclamarlos para su negocio.
En este vestíbulo se sienta a horcajadas la figura solitaria de Eastwood, que lleva un collar clerical y prefiere que lo llamen «Predicador». Hay gente aquí que parece conocer antes. El mariscal, por ejemplo, parece estar tratando de recordar dónde conoció a este hombre. Eastwood se muda con los pequeños mineros y se acerca a un grupo; un menor (Michael Moriarty) que vive con una mujer (Carrie Snodgress) y su hija (Sydney Penny). Insta a los mineros a tomar una posición y defender su tierra y acepta ayudarlos. Esto prepara el escenario para una serie de enfrentamientos violentos.
Como director de la película, Eastwood hizo algunas cosas interesantes con su visión de Occidente. En lugar de convertir las chozas de los mineros en las primeras exhibiciones de antigüedades estadounidenses, las muestra como pequeñas y escasas. Casi todas las fuentes de luz provienen del exterior. Los interiores son oscuros y lúgubres, y el sol es ciego en su intensidad. El propio personaje de Eastwood casi siempre está a contraluz, por lo que tenemos que hacer un esfuerzo para verlo y esta estrategia lo hace más misterioso y fascinante que cualquier diálogo.