Es el año 1977. Un coro israelí da un concierto en Berlín. Entre el público, una mujer mayor recorre el programa del concierto. Busca el nombre de la encantadora joven que hace un solo de soprano durante una pieza. Ella reconoce este nombre. En una recepción que siguió, la mujer mayor, Agnieszka (Katarzyna Gniewkowska), se acercó a la joven cantante, Sephi Milch (Joy Rieger). Sephi no habla ni alemán ni polaco, y Agnieszka no habla hebreo. Y, sin embargo, en un acalorado intercambio en el que Agnieszka agarra a Sephi de la muñeca de la manera más agresiva, se deja claro: Agnieszka conocía al padre de Sephi y el padre de Sephi era un asesino.
De vuelta en Israel, el padre que conocemos no encaja en esta descripción. Baruch Milch (Doron Tavory) es rígido y estricto con su familia, pero en su práctica como médico es pragmático y honestamente compasivo. Sephi le cuenta a su hermana mayor, Nana (Nelly Tagar), sobre su extraño encuentro en Berlín y Nana, una periodista, retoma la historia. Juntos, hacen descubrimientos que los abruman y enfrentan a su padre. Baruch no se inmuta. Por el contrario, se regocija por la oportunidad de dejar atrás el pasado y dejar las cosas claras. Judío perseguido durante el Holocausto, estaba protegido por una familia polaca. Pero no salió del todo «limpio» por así decirlo.
El hilo del descubrimiento en la historia de esta película va acompañado de otros. Está la obra musical de Sephi. Es cantante, pero también compositora, y su profesora de academia es extremadamente descorazonadora. «Concéntrate en tu canto, no en tus sueños». Su liberación, en cierto modo, viene en forma de un compositor alemán visitante. Quien resulta ser pariente de la mujer que la abordó en el concierto de Berlín. Mientras tanto, Nana sigue sospechando de su padre, y su falta de confianza en él se convierte en desilusión con la vida misma, lo que no ayuda mucho una vez que descubre que tiene cáncer.
