La película comienza en silencio, casi meditativamente, con impresionantes tomas de drones del desierto, implacable y gigantesco en su aislamiento e inmensidad. Una pequeña figura deambula en la desolación, agachándose de vez en cuando para observar las flores amarillas al azar que florecen a través del polvo agrietado y la roca. Aquí está Elly (Lucy Hale), una botánica que examina plantas en busca de esas flores que, como explica más tarde, «no se supone que deberían estar aquí». Una metáfora adecuada para la eventual experiencia de Elly: «no se supone» que ella esté allí tampoco. En el camino de regreso, es testigo de un pequeño accidente de avión en el desierto. Horrorizada, maneja para ver si puede ayudar, solo para encontrar al conductor, un hombre llamado Tomás (Leynar Gómez), herido pero vivo, rodeado por dos enormes ladrillos de lo que obviamente son drogas. Él le apunta con su arma. Elly negocia frenéticamente, diciéndole que puede llevarlo a donde necesita ir (el área de Salton Sea en el extremo sur de California). Tomas y su rehén se van en la noche.
Otras figuras están activas en el desierto. Está Alex (Olivia Trujillo), una adolescente que hace novillos, que conoce a Elly en la tarde antes de que el avión se estrelle. Alex se siente extrañamente atraído por esta mujer mayor (pero no mucho). El padre de Alex, José (Nicholas Gonzalez), es un sheriff local, abrumado por lo que sucede en el desierto. Luego está Guillermo (Jorge A. Jiménez), un tipo peligroso que vive en un tráiler, recogiendo la droga que ingresa y pasándola de contrabando a través de los canales de distribución. Al no presentarse José, Guillermo, temiendo que lo hayan alcanzado, parte en busca del piloto desaparecido.
Estas tres historias avanzan por caminos separados hasta que finalmente convergen, en brotes de violencia, persecuciones a pie y tiroteos en cañones de montaña. Elly y Jose, obligados a continuar su viaje a pie tras chocar con un cactus, entablan una insólita relación.
El ritmo suele ser bastante lento, dominado por el sinuoso viaje de Elly y José. La lentitud no es necesariamente un problema. Esto deja espacio para los temas más grandes que ahogan a estos dos personajes, estos textos serios sobre el gigantismo del problema farmacéutico. Mirando su dinámica, uno puede imaginar un tipo de película muy diferente, una sin tiroteos o persecuciones de autos, una que permite que esta relación crezca más allá de las historias puntuales. Lucy Hale es creíble en su lucha por sobrevivir (aunque nunca muestra signos de sudoración, a pesar de haber caminado tambaleándose por el desierto durante dos días bajo un sol abrasador), y Leynar Gómez es desgarrador como un hombre que no es realmente violento, pero se ve obligado a hacerlo. .