La estricta personalidad de Rusty encuentra su contraparte en el Doctor Hall de Martin Sheen, un hombre devoto de estos hooligans que se han vuelto deportistas pero que luchan con un problema con la bebida. La humilde agudeza del dúo de Wilson y Sheen contrasta con los villanos caricaturescos que intentan descarrilar el ascenso a la fama del equipo, interpretado por un Wayne Knight torpemente violento.
Existe una gran dependencia de las ediciones para reunir tanta información que casi se sienten como avances de su propia película. Cuando Russell comienza la metamorfosis del jugador desde adentro, alimentando sus mentes con afirmaciones, somos testigos de su ascenso ante el ojo público, con el propio Roosevelt supuestamente invertido en sus triunfos. Delgados e inexpertos, su ventaja proviene de los entrenamientos únicos de su entrenador para maximizar su velocidad. A Russell se le atribuye haber ideado la «defensa de propagación» ampliamente utilizada ahora, pero una novedad en ese momento.
Sorprendentemente, con una historia que parece tan inherentemente conservadora y WASPy, no hay un mensaje abiertamente religioso. En realidad, se trata principalmente de superación personal a través de un mentor, incluso si descarta todos los demás factores que las personas empobrecidas tienen en su contra. Así como los Mighty Mites se convierten en faros para las masas, «12 Mighty Orphans» vende ambición entusiasta.
De acuerdo con esta inocencia obligada de la narrativa, no se menciona la excitación sexual o el interés romántico de los adolescentes en las chicas con las que comparten la institución con o con sus nuevos fanáticos. El matrimonio inquebrantable de Rusty y Juanita Russell es la única unión que se presenta como legítima (también se ve brevemente a un jugador dándole un anillo a su novia). En cierto modo, la película de Roberts existe en el mismo universo que la franquicia «The Conjuring», que vende nostalgia por un país del pasado con valores tradicionales y roles sociales definidos.
En una nota similar, al menos dos de los niños son presumiblemente de origen latinoamericano, posiblemente mexicano: AP Torres (Tyler Silva) y Carlos Torres (Manuel Tapia). La falta de interés en ellos parece una oportunidad perdida para profundizar en esta era desde una perspectiva no blanca. Seguramente ser un huérfano de piel oscura de origen mexicano fue una experiencia diferente a la de los compañeros blancos. No aprendemos nada sobre ellos fuera de lo que está en las tarjetas de título de créditos finales. Lo máximo que obtenemos es que Sheen dice una línea en español desde el principio. Hay formas de inyectar relevancia moderna a esta obra de mayoría de edad, comenzando con personajes más desarrollados.
Los fanáticos del fútbol, o aquellos que anhelan los viejos dichos y los hombres convencionales, pueden encontrar placer en la estructura detallada de la película. Otros estarán a merced de su aluvión de inspiración, desprovisto de percepción.
Ahora jugando en cines selectos.