Es el carácter del Redentor. Es fuerte, silencioso, religioso en su mente y notablemente mortal. Se ha convertido en una leyenda en los círculos criminales: el silencio cae en la habitación ante la mera mención de su apodo. El Redentor viaja por el país, visitando iglesias locales para encontrar a aquellos que han sido agraviados. Ya sea que estas personas pidan su ayuda o no, el Redentor persigue a los injustos y pone su versión del temor de Dios en ellos antes de enviarlos con sus manos, pies o lo que sea que pueda estar a su alrededor. En el prólogo, captura a un hombre que reza por justicia para su hijo, quien fue brutalmente golpeado por un grupo de neonazis. El Redentor se encarga de traer lo que cree que es justicia.
No hay mucho para él, así que ahí es donde entra la lógica tradicional de necesitar un buen villano. Queremos algún tipo de personalidad para acompañar la violencia y el sangrado gratuito, de lo contrario, eso puede convertirse fácilmente en un ejercicio superficial en peleas, tiroteos y explosiones de la sustancia roja.
La película, escrita y dirigida por Ernesto Díaz Espinoza, cuenta con dos villanos. El primero es otro tipo de hombre fuerte y silencioso, aunque puede decir más palabras en el clímax de la película de las que dice el Redentor a lo largo de la película. Su nombre es Escorpión (José Luis Mosca), y su objetivo es matar al Redentor. Sus métodos son lo que lo distingue de un antagonista anónimo. No solo expulsa a su enemigo, sino que también mata a las personas a las que el Redentor ayudó en el proceso, incluso si esas personas no tienen una conexión directa con el Redentor. Utiliza lo que él llama la peor forma de tortura, mental, y el arma más cruel, el miedo. El Escorpión ofrece al hombre del prólogo una opción sádica: morir quemado o pegarse un tiro con la pistola que el Escorpión le pegó en la cabeza. Independientemente de lo que pensemos del Redentor y sus métodos, este hombre es un monstruo.
El otro villano es Bradock (Noah Segan), un narcotraficante estadounidense que vino a Chile para darle al país el capo de la droga que cree que necesita. Es un hombre más hablador, especialmente porque su traductor (Daniel Maraboli) proporciona el subtexto de amenaza en sus palabras. También es una broma, pasar una buena parte de su tiempo en la película discutiendo qué apodo debería darse a sí mismo. Es divertido, lo que le da al material violento una ligereza muy necesaria, aunque gran parte del humor que involucra al personaje parece demasiado coordinado.